lunes, 11 de enero de 2010

MUY LENTO

Sentimientos de sangre, heridas de papel

El aliento de la muerte me empieza a enloquecer

Los sueños se oscurecen, intento comprender

La agonía me llama y no quiero responder


Me nublo en la noche y desaparezco

Agacho la cabeza, decido y actúo

Siento el pecho arder muy lento

Y decido escapar de los sueños turbios.

sábado, 9 de enero de 2010

Por mirarte a los ojos.

Dejame mirarte a los ojos
Y descubrir una vez más lo que hay detrás
Dejame adivinar tus sueños
Déjate querer sin más

Y te miro despacio, y tus ojos me tocan
Y me adentro en ti, silenciosa
Tan intenso como el fuego
Tan profundo como el mar

martes, 5 de enero de 2010

Lisa's perfect day.

Aquel día en el que todo cambió Lisa se lenvantó de la cama despacio, como siempre, sintiendo tensarse por primera vez en el día cada uno de sus músculos. Se desperezó, y se miró al espejo. Una muchacha en pantalón corto y con un moño medio deshecho la devolvió la mirada. Todo normal.
La contradicción que se había apoderado de ella días antes había desaparecido y ahora solo tenía una cosa en mente, aprender a vivir.

miró el reloj y se dio cuenta de que llegaba tarde. Ni siquiera había tiempo para una ducha. Se lavó la cara, y con el agua escurriendo por sus mejillas sonrió, aunque su cara aún extrañaba esa expresión, ausente durante tanto tiempo. No se maquilló, ni pensó muy bien qué iba a ponerse, porque total... ¿Qué más daba?

Desayunó dos magdalenas y un café y corrió escaleras abajo. Cuando llegó al café París, deseó haber cogido un libro, pues sentía que debería esperar aún un poco más, pero de repente alguien tapó sus ojos con la mano desde atrás al tiempo que agarraba con la otra mano su cintura. Aquella persona acercó su cara por detrás a la de ella, y apoyó la barbilla en su hombro.

Lisa respiró hondo, no necesitaba preguntar quién era, ni pasar sus manos sobre aquellas que tapaban sus ojos porque la bastaba con sentir, con tocar su olor y sentirle muy cerca. Suspiró y entonces el susurró en su oído:

- Aquí estoy, reina, aquí estoy.

domingo, 3 de enero de 2010

Él. Tú.

Me miró. Y sentí su sonrisa acariciando mi rostro. Lo sintió. Me obligó. A darme cuenta de que le quería más de lo que pensaba. Que me faltaba el aire para respirar. Que tenía una necesidad loca de respirar de su boca, y quería abrazarle a cada instante. Me di cuenta, al fin, de que le quería, de que me quería, y de que nunca estaría más preparada. Que le esperaba cada día, que cada momento me importaba. Que podía tocar mis deseos con la palma de mi mano. Porque mi deseo era él. Era su piel, sus ojos, su sonrisa, y su equilibrio loco, su necesidad, su libertad, sus besos. Él. Él era mi trampa. Mi pequeño, era él. Tú.