miércoles, 23 de septiembre de 2009

Y somos de cristal.

Mundos de sal, arañazos y guerra
La sangre por doquier
Los días pasan, aumenta la tristeza
Astucia de poder

Quieren nuestras vidas, las quieren atrapar
Las almas que enloquecen
Las frenan con metal
Ansiamos nuestro sitio, queremos libertad
Pero el gris el cielo cubre
Y somos de cristal.

domingo, 13 de septiembre de 2009

LA PROMESA DE BARON'S HAUGH parte 2

Me adentré por un pasillo construido por lo que debían haber sido las primeras piedras de la muralla, ahora destruida. Seguí mi camino hacia el interior de las ruinas y descubrí los restos de lo que debían haber sido los hogares de toda la gente que tuvo que huir cuando se produjo la toma de la ciudad por los soldados ingleses.

Por fin llegué a lo que parecía un viejo molino de harina que, a pesar de estar bastante deteriorado, mantenía su forma y su estructura, y decidí entrar en él. Subiendo las escaleras de caracol encontré que el edificio estaba bastante bien conservado para lo que me decía mi experiencia en investigaciones de este tipo y de esta antigüedad. Cuando llegué arriba del todo, asomándome por la ventana me encontré con una perspectiva aérea de la ciudad abandonada. Los árboles crecían por doquier, tapando restos de piedras y extendiendo sus ramas por las casas que aún mantenían su apariencia en gran medida.

Me detuve allí, quieto, sin moverme, pues había algo que me tenía atrapado, un halo majestuoso que envolvía aquellas ruinas confiriéndoles un aspecto un tanto tenebroso. Aun así, la ciudad mantenía cierto aire de lugar poderoso y respetable, un recuerdo suspendido en el aire y en el tiempo.

El día se abrió paso mientras yo cavilaba, y, de repente, me pareció oír un ruido entre los árboles, lo que supuse sería un animal. Pero en el momento en el que giré la cabeza hacia la ventana el terror me paralizó y recordé con una claridad sobrecogedora el documento que había analizado apenas unas semanas antes, en el que se hablaba de un druida que hizo historia entre el pueblo escocés, en el momento en el que Inglaterra había decidido quitarles todo cuanto tenían. El documento narraba como, el día del asalto a las murallas, un hombre joven se había arrodillado delante de las filas del ejército inglés, y, como entrado en trance, había exclamado un juramento en gaélico justo cuando se alzaba el sol. La ciudad sería protegida por su pueblo, no importaba cuánto tiempo pasara, y yo acababa de entender cómo.

Los árboles estaban comenzando a apartarse del camino, mientras las casas adquirían otra vez el color, la forma y la majestuosidad de antaño. Apenas podía creer lo que veía. Una silueta se perfiló a lo lejos, y no tardé en descubrir que una mujer joven, ataviada con ropas medievales y con un cesto cruzaba por delante de mis ojos con total naturalidad. Pronto comencé a oír pisadas que subían las escaleras del molino en el que me encontraba. Y apenas un minuto después, una mujer mayor, con un pañuelo en la cabeza y un niño de unos cinco años se encontraban ante mí.

- ¡Vaya, George, te dije que cerraras bien la puerta! ¿Quién sois y qué hacéis aquí?- me preguntó la vieja.
No supe si responder o no, pues empezaba a creer seriamente que me estaba volviendo loco. Decidí seguir mi intuición.
- Disculpadme, mujer. He estado viajando largamente hasta que me he perdido, y he decidido parar durante la noche. Al ver la puerta abierta, he entrado a descansar, mas no dudaré en marcharme ahora mismo si así lo decidís.
-No digáis sandeces. Si necesitáis reposo hay una posada a dos calles de aquí. Preguntad por el dueño, su nombre es John. Pero antes permitidme prestaros algo de ropa; eso que lleváis puesto no dice demasiado de vos.

Miré mis botas y mis pantalones de deporte con algo de preocupación, pero no tuve tiempo de lamentarme, pues George ya estaba en la puerta con un pantalón y una camisa de hilo y unos zuecos de madera. Me puse en pie y cogí la ropa; decididamente estaba loco, pero mi experiencia en la vida me había enseñado que hay que buscar en el interior de uno mismo para comprender lo que pasa en el exterior. Así que decidí seguir por el camino que me estaba dictando la razón, o la locura.

La mujer y el chico me indicaron como llegar a la posada, donde pedí una habitación para una noche. El dueño, John, un hombre bajo, de mirada profunda, y pelo corto oscuro, me miró largamente y me dijo:

- Si no supone indiscreción, me gustaría preguntaros de donde es esa llave, caballero.
Miré la llave que aún llevaba en la mano con cautela. Era de oro, fina y con un labrado bastante bien conseguido.
- Es un regalo familiar- respondí.
- Se parece enormemente a la llave que el duque perdió hace unos años y que, según dicen, abría la sala donde guarda su mejor espada de guerra.
- Debe de ser un error, pues mi familia vive muy lejos de aquí.

Me miró, observando detenidamente cada parte de mi cuerpo.
- Disculpad caballero, ¿de dónde sois?
Dudé, porque no había pensado una historia coherente.
- Del norte- respondí simplemente.
- Ah, ya.

Me sorprendió la ligereza con la que hablaba, como si supiera de mí algo más de lo que yo le había contado.
- Te costará adaptarte- dijo sin más, dejando a un lado la cortesía y sutileza mostrada antes.
- Perdón… ¿adaptarme a qué?- contesté, algo dubitativo.
- A no poder volver, a quedarte aquí siempre, a deberte a esta ciudad que ni siquiera es tuya y dedicar el resto de tu existencia, que se te hará más pesada de lo que jamás puedas imaginar, a cuidar de ella y protegerla.

Aquellas palabras me dejaron frío, sin saber cómo actuar, ni siquiera supe si contestar o no. No hizo falta.
- Verás, mi lugar no es este, yo no pertenezco a él, pero mi ambición por el poder me trajo hasta aquí, y nunca me ha dejado salir. Yo formaba parte de la expedición que se perdió en este bosque casi un siglo atrás. La encontramos, la ciudad, pero al igual que a ti nos atrapó, y la promesa de defenderla hasta el fin de los días nos encerró entre estos muros. Créeme cuando te digo que debes aceptarlo, este lugar es lo único que te queda.

Despacio, mientras sus palabras comenzaban a llegar a mi mente, di media vuelta y salí de allí. Traté de mantener la calma, pero antes de darme cuenta me encontré a mi mismo corriendo por el bosque, preso del pánico. No tardé en darme cuenta de que, si había podido salir, quizás no estaba todo perdido. Quizás mi percepción se había visto alterada por la falta de sueño y el cansancio, quizás no había sido más que un desmayo momentáneo. Deambulé hasta caer la noche, buscando sin demasiado entusiasmo a mis compañeros, aunque a estas alturas ellos debían estar por el bosque buscándome a mi. Y de pronto los vi, a través de las tinieblas del bosque.

Me acerqué rápidamente, dejando atrás toda inquietud y preocupación, deseando verlos y convencerme de que aquello no era real. Llegué hasta el campamento y abrí con brusquedad la tienda de campaña donde Rachel dormía plácidamente.

- Rachel, despierta Rachel, es urgente, no vas a creer lo que me ha pasado.- la zarandeé suavemente, pero ella no se movió. Respiraba profundamente.

Me dirigí a la tienda de Chris, que aún estaba despierto, abrí la cremallera y entré, pero el aventurero no se dirigió a mí, ni siquiera me saludó, sino que se movió hacia la entrada y, cerrando la cremallera, murmuró:
- Maldito bosque y maldito viento, y malditas las ganas que tengo de coger toda esa pasta y largarme de aquí.
- ¡CHRIS!- exclamé con todas mis fuerzas, pero nadie respondió. Comencé a gritar más y más fuerte, pero no me oían. No me veían. No me sentían. No sabían que estaba allí. Pero allí estaba, arrastrando una condena que por fin supe cierta.

Salí de la tienda de campaña con lágrimas en los ojos, temblando amargamente y con un nudo en el estómago que apenas me permitía caminar. Avancé y me di cuenta de que una silueta me observaba desde el otro lado del claro. John se acercó a mí y me extendió el brazo. Sin más, caminé a su lado durante un largo rato, y cuando las ruinas se comenzaban a vislumbrar al final de un día que comenzaba a despuntar, supe que estaba preparado para aceptar y comprender, al fin, como iba a ser el resto de mi vida.

martes, 8 de septiembre de 2009

LA PROMESA DE BARON'S HAUG. parte 1

Hola! hoy os voy a dejar aqui la primera parte de un relato que he escrito hace algunos meses, que se titula LA PROMESA DE BARON'S HAUGH para que lo leáis y me contéis qué os ha parecido. Lo escribí para un concurso literario, el premio se llama Gustavo Martín Garzo, como el escritor vallisoletano, y parece ser que gustó, porque gané el primer premio en mi categoría! un besito, espero que os guste!


PARTE 1 DE 2:


LA PROMESA DE BARON'S HAUGH.

El día amanecía soleado pero frío a principios de abril. La expedición avanzaba despacio por el bosque, buscando, con todos los sentidos puestos en la espesura, los ojos atentos a cada movimiento entre los árboles, los oídos expectantes ante cualquier crujido fuera de lo normal.

Teníamos una idea bastante clara de lo que buscábamos, pero aún había muchos detalles que se nos escapaban. Solo sabíamos que buscábamos unas ruinas antiguas, situadas en el centro del bosque escocés que estábamos atravesando; que pertenecieron en su día a una ciudad medieval.

La ciudad había desaparecido cuando las tropas inglesas, tratando de conquistar en su totalidad el territorio escocés habían asolado la fortaleza, sorprendiendo a sus habitantes, quienes apenas habían tenido tiempo de salir de sus casas en dirección a la muralla para tratar de proteger lo poco que tenían. El asalto duró apenas un día, pues pronto el ejército inglés acabó con todo intento de resistencia por parte de un pueblo que, aterrorizado, trataba de esconderse con sus familias.

Pero hubo un hombre, Bartholomew, que, antes de huir, decidió agotar sus últimas esperanzas y, recuperando de su memoria un conjuro que su abuelo druida le había enseñado siendo apenas un niño, clamó al cielo las siguientes palabras:
“¡Oíd mi voz, astutos, que en el tiempo que la vida fluya en este bosque de Baron’s Haugh, ofrecerán resistencia incansable las gentes cuya vida reside entre estos muros que protegerán para siempre!”

La ciudad quedó completamente vacía, y el ejército inglés se instaló allí durante un tiempo, hasta que un soldado comenzó a tener pesadillas y, una noche, desapareció misteriosamente. Ante el terror de muchos soldados, que aún recordaban el mensaje que aquel hombre había dejado la noche del asalto, y con la perspectiva de una conquista francesa de gran importancia, el ejército inglés dejó atrás la cuidad, muerta y oscura.

Toda esta historia salió a la luz bastantes siglos después, concretamente en febrero de 1992. En Edimburgo, un empresario de gran influencia, Thomas Baker, decidió investigar unos manuscritos que su familia conservaba desde la Edad Media. Trataba de averiguar qué abría una llave que su padre le dejó en herencia con gran misterio y que habían intentado robarle tres veces.
Y para esto llamó a dos historiadores, a un arqueólogo y a un aventurero gran conocedor de los bosques escoceses y sus secretos.

Recibí la invitación con gran expectación y acudí pronto a Edimburgo, donde, el 1 de abril nos pusimos en camino. Yo, como uno de los dos historiadores implicados, tuve que investigar los documentos medievales. Encontré varios datos importantes. Hablaban de una ciudad perdida en el bosque de Baron's Haugh, y de un joven druida que hizo historia entre el pueblo escocés. Analizando documentos e informándome descubrí que el último descendiente vivo del druida Bartholomew no era otro que Thomas Baker. Investigué y descubrí que una expedición había intentado encontrar el lugar misterioso en medio del bosque, pero no habían vuelto con respuestas. De hecho, no volvieron nunca. La persona que los contrató, el bisabuelo de Baker, no volvió a mencionar el tema, pues había contactado con ellos en oscuras circunstancias. Al margen de todo esto, debíamos continuar con la investigación. Nuestra primera misión era descubrir aquella ciudad, o las ruinas de ella.
La expedición la constituíamos Rachel, una historiadora de gran nivel; Kate, la arqueóloga; Chris, un aventurero bastante misterioso, y yo, Alex.

Comenzamos por rastrear el bosque, recorriendo cada uno de los senderos y llegando a cada uno de los claros que escondía en su interior, pero por mucho que buscábamos, allí no parecía haber ninguna ciudad abandonada, y menos aún algún rastro de un conjuro medieval. Comenzamos a volvernos escépticos, pensando a cada momento que la historia narrada en los manuscritos no era más que una leyenda.

- Por favor, ¡esto no tiene ni pies ni cabeza!- exclamó Kate al quinto día de búsqueda.-Vamos a tener que regresar, porque yo cada vez tengo más claro que esto no nos llevará a ningún sitio.
- ¿Kate, por qué crees que estamos aquí? –replicó Chris- El dineral que nos da Baker lo merece.

El argumento del aventurero era lo único que nos mantenía en pie. Estábamos cansados, y desesperados, y acampábamos cada noche deseando estar al menos unos metros más cerca de las ruinas que el día anterior.

La quinta noche montamos el campamento en uno de los claros del bosque por el que ya habíamos pasado el primer día. Cenamos, y tratamos de dormirnos pronto para recuperar las fuerzas que empezaban a fallarnos. Pero yo no lograba dormir. Di vueltas a la cabeza, pues para mí esto empezaba a ser bastante absurdo. ¿Qué hacíamos rastreando un bosque días y días sin encontrar nada solo por el capricho de alguien con dinero?

Decidí levantarme y dar un paseo. Cogí la llave, propiedad de Baker, la única pieza de todo lo que él me había dado que no había conseguido descifrar, con la esperanza de que la noche me diese la respuesta. Simplemente deambulaba, dando vueltas por donde veía algo de claridad. La luna se veía entre las ramas altas y oscuras, y cada rayo de luz que caía sobre mi cabeza me llevaba un paso más adelante.

De repente, observé al fondo de la espesura una serie de piedras esparcidas por un claro más grande de lo habitual. Me acerqué con cuidado, temiendo que se desvaneciera en el aire o que solo fuera una ilusión. Pero allí estaba, esperándome. La ciudad.

jueves, 3 de septiembre de 2009

El hombre es un animal curioso.

El hombre es un animal curioso. Es un animal que sonríe, que llora, que duda. Es inseguro y los instintos le fallan.
Utilizamos la vida para suplir las carencias que nos ha dado la naturaleza a cambio de la inteligencia. Y principalmente empleamos nuestra existencia en escapar del fracaso, en conseguir tapar la inseguridad y el miedo y convertirlos en éxito. Y cada cual lo hace del modo en que puede.
Queremos tener una casa grande, un buen trabajo, queremos sentirnos queridos, estar rodeados de gente buena y queremos ser buenos y saber ayudarlos a ellos.Buscamos la felicidad, y muchas veces no es más que un autoengaño. Porque el temor, la inseguridad y la duda seguirán estando ahí.Llevamos toda la historia peleando por nuestros derechos y nuestra libertad. Esperando que nadie nos diga lo que debemos hacer, pero tenemos miedo de la libertad y el día en que tengamos que asumirla, y asumir la responsabilidad tendremos dudas.
El hombre es el único animal que sueña, y esa es quizás una definición muy concreta de lo que somos. Soñamos con cosas, tenemos pesadillas, deseos, queremos más y mejor.Luchamos por una vida mejor, por nuestra dignidad, por las personas que nos importan. Soñamos y pensamos en el futuro, y a veces tenemos miedo de él.
Pero deberíamos dejar a un lado todo eso, dejar de camuflar nuestra inseguridad porque también estamos camuflando nuestra alma. Debemos aceptarnos, dar la espalda al miedo y lanzarnos a lo oscuro y definitivo.
A la VIDA y a la LIBERTAD.