PARTE 1 DE 2:
LA PROMESA DE BARON'S HAUGH.
El día amanecía soleado pero frío a principios de abril. La expedición avanzaba despacio por el bosque, buscando, con todos los sentidos puestos en la espesura, los ojos atentos a cada movimiento entre los árboles, los oídos expectantes ante cualquier crujido fuera de lo normal.
Teníamos una idea bastante clara de lo que buscábamos, pero aún había muchos detalles que se nos escapaban. Solo sabíamos que buscábamos unas ruinas antiguas, situadas en el centro del bosque escocés que estábamos atravesando; que pertenecieron en su día a una ciudad medieval.
La ciudad había desaparecido cuando las tropas inglesas, tratando de conquistar en su totalidad el territorio escocés habían asolado la fortaleza, sorprendiendo a sus habitantes, quienes apenas habían tenido tiempo de salir de sus casas en dirección a la muralla para tratar de proteger lo poco que tenían. El asalto duró apenas un día, pues pronto el ejército inglés acabó con todo intento de resistencia por parte de un pueblo que, aterrorizado, trataba de esconderse con sus familias.
Pero hubo un hombre, Bartholomew, que, antes de huir, decidió agotar sus últimas esperanzas y, recuperando de su memoria un conjuro que su abuelo druida le había enseñado siendo apenas un niño, clamó al cielo las siguientes palabras:
“¡Oíd mi voz, astutos, que en el tiempo que la vida fluya en este bosque de Baron’s Haugh, ofrecerán resistencia incansable las gentes cuya vida reside entre estos muros que protegerán para siempre!”
La ciudad quedó completamente vacía, y el ejército inglés se instaló allí durante un tiempo, hasta que un soldado comenzó a tener pesadillas y, una noche, desapareció misteriosamente. Ante el terror de muchos soldados, que aún recordaban el mensaje que aquel hombre había dejado la noche del asalto, y con la perspectiva de una conquista francesa de gran importancia, el ejército inglés dejó atrás la cuidad, muerta y oscura.
Toda esta historia salió a la luz bastantes siglos después, concretamente en febrero de 1992. En Edimburgo, un empresario de gran influencia, Thomas Baker, decidió investigar unos manuscritos que su familia conservaba desde la Edad Media. Trataba de averiguar qué abría una llave que su padre le dejó en herencia con gran misterio y que habían intentado robarle tres veces.
Y para esto llamó a dos historiadores, a un arqueólogo y a un aventurero gran conocedor de los bosques escoceses y sus secretos.
Recibí la invitación con gran expectación y acudí pronto a Edimburgo, donde, el 1 de abril nos pusimos en camino. Yo, como uno de los dos historiadores implicados, tuve que investigar los documentos medievales. Encontré varios datos importantes. Hablaban de una ciudad perdida en el bosque de Baron's Haugh, y de un joven druida que hizo historia entre el pueblo escocés. Analizando documentos e informándome descubrí que el último descendiente vivo del druida Bartholomew no era otro que Thomas Baker. Investigué y descubrí que una expedición había intentado encontrar el lugar misterioso en medio del bosque, pero no habían vuelto con respuestas. De hecho, no volvieron nunca. La persona que los contrató, el bisabuelo de Baker, no volvió a mencionar el tema, pues había contactado con ellos en oscuras circunstancias. Al margen de todo esto, debíamos continuar con la investigación. Nuestra primera misión era descubrir aquella ciudad, o las ruinas de ella.
La expedición la constituíamos Rachel, una historiadora de gran nivel; Kate, la arqueóloga; Chris, un aventurero bastante misterioso, y yo, Alex.
Comenzamos por rastrear el bosque, recorriendo cada uno de los senderos y llegando a cada uno de los claros que escondía en su interior, pero por mucho que buscábamos, allí no parecía haber ninguna ciudad abandonada, y menos aún algún rastro de un conjuro medieval. Comenzamos a volvernos escépticos, pensando a cada momento que la historia narrada en los manuscritos no era más que una leyenda.
- Por favor, ¡esto no tiene ni pies ni cabeza!- exclamó Kate al quinto día de búsqueda.-Vamos a tener que regresar, porque yo cada vez tengo más claro que esto no nos llevará a ningún sitio.
- ¿Kate, por qué crees que estamos aquí? –replicó Chris- El dineral que nos da Baker lo merece.
El argumento del aventurero era lo único que nos mantenía en pie. Estábamos cansados, y desesperados, y acampábamos cada noche deseando estar al menos unos metros más cerca de las ruinas que el día anterior.
La quinta noche montamos el campamento en uno de los claros del bosque por el que ya habíamos pasado el primer día. Cenamos, y tratamos de dormirnos pronto para recuperar las fuerzas que empezaban a fallarnos. Pero yo no lograba dormir. Di vueltas a la cabeza, pues para mí esto empezaba a ser bastante absurdo. ¿Qué hacíamos rastreando un bosque días y días sin encontrar nada solo por el capricho de alguien con dinero?
Decidí levantarme y dar un paseo. Cogí la llave, propiedad de Baker, la única pieza de todo lo que él me había dado que no había conseguido descifrar, con la esperanza de que la noche me diese la respuesta. Simplemente deambulaba, dando vueltas por donde veía algo de claridad. La luna se veía entre las ramas altas y oscuras, y cada rayo de luz que caía sobre mi cabeza me llevaba un paso más adelante.
De repente, observé al fondo de la espesura una serie de piedras esparcidas por un claro más grande de lo habitual. Me acerqué con cuidado, temiendo que se desvaneciera en el aire o que solo fuera una ilusión. Pero allí estaba, esperándome. La ciudad.
El día amanecía soleado pero frío a principios de abril. La expedición avanzaba despacio por el bosque, buscando, con todos los sentidos puestos en la espesura, los ojos atentos a cada movimiento entre los árboles, los oídos expectantes ante cualquier crujido fuera de lo normal.
Teníamos una idea bastante clara de lo que buscábamos, pero aún había muchos detalles que se nos escapaban. Solo sabíamos que buscábamos unas ruinas antiguas, situadas en el centro del bosque escocés que estábamos atravesando; que pertenecieron en su día a una ciudad medieval.
La ciudad había desaparecido cuando las tropas inglesas, tratando de conquistar en su totalidad el territorio escocés habían asolado la fortaleza, sorprendiendo a sus habitantes, quienes apenas habían tenido tiempo de salir de sus casas en dirección a la muralla para tratar de proteger lo poco que tenían. El asalto duró apenas un día, pues pronto el ejército inglés acabó con todo intento de resistencia por parte de un pueblo que, aterrorizado, trataba de esconderse con sus familias.
Pero hubo un hombre, Bartholomew, que, antes de huir, decidió agotar sus últimas esperanzas y, recuperando de su memoria un conjuro que su abuelo druida le había enseñado siendo apenas un niño, clamó al cielo las siguientes palabras:
“¡Oíd mi voz, astutos, que en el tiempo que la vida fluya en este bosque de Baron’s Haugh, ofrecerán resistencia incansable las gentes cuya vida reside entre estos muros que protegerán para siempre!”
La ciudad quedó completamente vacía, y el ejército inglés se instaló allí durante un tiempo, hasta que un soldado comenzó a tener pesadillas y, una noche, desapareció misteriosamente. Ante el terror de muchos soldados, que aún recordaban el mensaje que aquel hombre había dejado la noche del asalto, y con la perspectiva de una conquista francesa de gran importancia, el ejército inglés dejó atrás la cuidad, muerta y oscura.
Toda esta historia salió a la luz bastantes siglos después, concretamente en febrero de 1992. En Edimburgo, un empresario de gran influencia, Thomas Baker, decidió investigar unos manuscritos que su familia conservaba desde la Edad Media. Trataba de averiguar qué abría una llave que su padre le dejó en herencia con gran misterio y que habían intentado robarle tres veces.
Y para esto llamó a dos historiadores, a un arqueólogo y a un aventurero gran conocedor de los bosques escoceses y sus secretos.
Recibí la invitación con gran expectación y acudí pronto a Edimburgo, donde, el 1 de abril nos pusimos en camino. Yo, como uno de los dos historiadores implicados, tuve que investigar los documentos medievales. Encontré varios datos importantes. Hablaban de una ciudad perdida en el bosque de Baron's Haugh, y de un joven druida que hizo historia entre el pueblo escocés. Analizando documentos e informándome descubrí que el último descendiente vivo del druida Bartholomew no era otro que Thomas Baker. Investigué y descubrí que una expedición había intentado encontrar el lugar misterioso en medio del bosque, pero no habían vuelto con respuestas. De hecho, no volvieron nunca. La persona que los contrató, el bisabuelo de Baker, no volvió a mencionar el tema, pues había contactado con ellos en oscuras circunstancias. Al margen de todo esto, debíamos continuar con la investigación. Nuestra primera misión era descubrir aquella ciudad, o las ruinas de ella.
La expedición la constituíamos Rachel, una historiadora de gran nivel; Kate, la arqueóloga; Chris, un aventurero bastante misterioso, y yo, Alex.
Comenzamos por rastrear el bosque, recorriendo cada uno de los senderos y llegando a cada uno de los claros que escondía en su interior, pero por mucho que buscábamos, allí no parecía haber ninguna ciudad abandonada, y menos aún algún rastro de un conjuro medieval. Comenzamos a volvernos escépticos, pensando a cada momento que la historia narrada en los manuscritos no era más que una leyenda.
- Por favor, ¡esto no tiene ni pies ni cabeza!- exclamó Kate al quinto día de búsqueda.-Vamos a tener que regresar, porque yo cada vez tengo más claro que esto no nos llevará a ningún sitio.
- ¿Kate, por qué crees que estamos aquí? –replicó Chris- El dineral que nos da Baker lo merece.
El argumento del aventurero era lo único que nos mantenía en pie. Estábamos cansados, y desesperados, y acampábamos cada noche deseando estar al menos unos metros más cerca de las ruinas que el día anterior.
La quinta noche montamos el campamento en uno de los claros del bosque por el que ya habíamos pasado el primer día. Cenamos, y tratamos de dormirnos pronto para recuperar las fuerzas que empezaban a fallarnos. Pero yo no lograba dormir. Di vueltas a la cabeza, pues para mí esto empezaba a ser bastante absurdo. ¿Qué hacíamos rastreando un bosque días y días sin encontrar nada solo por el capricho de alguien con dinero?
Decidí levantarme y dar un paseo. Cogí la llave, propiedad de Baker, la única pieza de todo lo que él me había dado que no había conseguido descifrar, con la esperanza de que la noche me diese la respuesta. Simplemente deambulaba, dando vueltas por donde veía algo de claridad. La luna se veía entre las ramas altas y oscuras, y cada rayo de luz que caía sobre mi cabeza me llevaba un paso más adelante.
De repente, observé al fondo de la espesura una serie de piedras esparcidas por un claro más grande de lo habitual. Me acerqué con cuidado, temiendo que se desvaneciera en el aire o que solo fuera una ilusión. Pero allí estaba, esperándome. La ciudad.
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